15 de junio de 2011

En el vaso inalcanzable, en la sed de siempre. La sed verdadera

"Y habrá la misma sed, la que no se refiere al agua ni a la lluvia,
la que sólo se sacia en la contemplación de un vaso vacío
.
Y apenas aparezco todo se hace imagen lejana que está en un lugar al que accedo si me destruyo y me desmorono.
Alguien invoca, alguien evoca, alguien pide penitencias, remisiones, revisiones. Es la hora de horadarse. La hora del oráculo. Alguien pide treguas, límites. ¿A quién? Vieja historia.
¿Qué podemos pedir sino más sed?
Y todo -desde el río hasta sus ojos amados- para terminar "exactamente como un perro’.
Elle n’en pouvais plus d’exister. Cada instante que pasa es como si me pasara a mí.
-Cuando yo muera ¿quién me lo va a decir? (Esto lo dije, pero mis palabras eran como máscaras solitarias caminando a la altura de un rostro humano en una tarde de lluvia).
Aún saber que no hay solución me intranquiliza como si la hubiera.
No eres tú la culpable de que tu poema hable de lo que no es. Si habla de lo que no es quiere decir que no vino en vez de venir. Pero ¿por qué hablo con verbos activos como si me hubiera pasado la noche con una espada en la mano?"

Fragmento del diario enviado por Alejandra Pizarnik a Alberto Lagunas en 1962.
Antes, más Alejandra en Los trabajos y las noches, 1965 y un poco de Spinetta en Artaud, 1973

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