6 de agosto de 2010

el deseo

El reino de la poesía es el "ojalá". El poeta es "varón de deseos". En efecto, la poesía es deseo. Mas ese deseo no se articula en lo posible, ni en lo verosímil. La imagen no es lo "imposible inverosímil", deseo de imposibles: la poesía es hambre de realidad. El deseo aspira siempre a suprimir las distancias, según se ve en el deseo por excelencia: el impulso amoroso. La imagen es el puente que tiende el deseo entre el hombre y la realidad. El mundo del "ojalá" es el de la imagen por comparación de semejanzas y su principal vehículo es la palabra "como" y dice: esto es como aquello. Pero hay otra metáfora que suprime el "como" y dice: esto es aquello. En ella el deseo entra en acción: no compara ni muestra semejanzas sino que revela —y más: provoca— la identidad última de objetos que nos parecían irreductibles (...)
pedacito de El ritmo, de Octavio, 1964

4 de agosto de 2010

Como surge del mar, entre las olas,
una que se sostiene,
estatua repentina,
sobre las verdes, líquidas espaldas
de las otras, las sobrepasa,
vértigo solitario, y a sí misma,
a su caída y a su espuma,
se sobrevive, esbelta,
y hace quietud su movimiento,
reposo su oleaje,
tú, delicia, imprevista criatura,
brotas entre los ávidos minutos,
alta quietud erguida, suspensa eternidad.

Entre conversaciones o silencios,
lenguas de trapo y de ceniza,
entre las reverencias, dilaciones,
las infinitas jerarquías,
los escaños del tedio, los bancos del tormento,
naces, poesía, delicia,
y danzas, invisible, frente al hombre.
El presidio del tiempo se deshace.

¿Cómo tocarte, impalpable escultura?
¿Cómo, si sólo movimiento,
quedas así, tensa y estable, inmóvil?
Si música, no suenas; si tiempo, no transcurres:
¿qué te sostiene, líquida?,
¿de qué sima brotaste, venganza del hastío,
flor del horror, del tedio, de la nada?

Por ti, delicia, poesía,
breve como el relámpago,
el mundo sale de sí mismo
y se contempla, puro, desasido del tiempo.
Pueblas la soledad del solitario
y en el arrobo aíslas al hombre encadenado.
Y los sentidos palpan
la forma presentida
y ven los ojos lo que inventan
y en circulos concéntricos el sonido se ahonda
hasta clavarse en el silencio.

El tiempo muestra sus entrañas huecas
de su insomne vacío
surges, perdido paraiso,
sepultado secreto de este mundo.


Delicia, de Octavio Paz