25 de marzo de 2011

convertir todo en acaso, en azar puro

Parecen nubes. Veleras,
voladoras, lino, pluma,
al viento, al mar, a las ondas
—parecen el mar— del viento,
al nido, al puerto, horizontes,
certeras van como nubes.

Parecen rumbos. Taimados
los aires soplan al sesgo,
el sur equivoca el norte,
alas, quillas, trazan rayas,
—aire, nada, espuma, nada—,
sin dondes. Parecen rumbos.

Parece el azar. Flotante
en brisas, olas, caprichos,
¡qué disimulado va,
tan seguro, a la deriva
querenciosa del engaño!
¡Qué desarraigado, ingrávido,
entre voces, entre imanes,
entre orillas, fuera, arriba,
suelto! Parece el azar.




Figuraciones, de Pedro Salinas, en Seguro Azar, 1924~1928

24 de marzo de 2011

en la orilla se paran, las ansias y los besos

No se escribe tu nombre
donde se escribe, con lo que se escribe.
En las aguas escribe
con verde rasgo el árbol.
En el aire las máquinas
improvisan nocturnos,
tocan su seca música
de alfabeto romántico.
En los cielos abiertos,
van trazando los pájaros
códigos de los vuelos.
Tu nombre, no se escribe
donde se escribe con lo que se escribe.

Las estrellas se leen
con largas lentes claras,
que descifran su tedio
de enigmas alejados.
Las tierras más remotas,
con colores azules,
verdes, rosas, entregan
su secreto en los mapas.
Y el pasado se ve
tan escrito en los ojos
que mirar a alguien bien
es elegía o cántico
que brotan del azul,
del verde, de lo negro.
Tu nombre no se lee
donde se lee, con lo que se lee.
La aurora borra noches,
el mediodía auroras,
y las tardes le quitan
forma, ser, a los días.
El tiempo borra el tiempo,
queda sólo un gran blanco.

Pero tu nombre, ¿quién,
dime, quién va a borrarlo,
si en nada se le lee,
si no lo ha escrito nadie,
como lo digo yo,
como lo voy callando?




No se escribe tu nombre, de Pedro Salinas, en Razón de amor 1936

10 de marzo de 2011

tu destino será idéntico a tu deseo

"No sé de dónde saqué el valor para volver a casa de Frau Schmitz. ¿Quizá la educación moralizante se revolvía de algún modo contra sí misma? Si la mirada concupiscente era por sí misma tan mala como la satisfacción del deseo, y la fantasía activa tanto como el hecho en sí mismo, entonces, ¿por qué negarse a la satisfacción y al hecho? Día a día constataba que no podía alejar de mí aquellas ideas pecaminosas. Hasta que llegó un momento en que deseé el pecado. (...) No sé por qué lo hice. Pero en lo que sucedió en aquellos días reconozco hoy el mismo esquema por medio del cual el pensamiento y la acción se han conjuntado o han divergido durante toda mi vida. Pienso, llego a una conclusión, la conclusión cristaliza en una decisión, y entonces me doy cuenta de que la acción es algo aparte, algo que puede seguir a la decisión, pero no necesariamente. A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme a hacer y he dejado de hacer otras que había decidido firmemente. Hay algo en mí, sea lo que sea, que actúa; algo que se pone en camino para ir a ver a una mujer a la que no quiero volver a ver más, que le hace a un superior un comentario que me puede costar la cabeza, que sigue fumando aunque yo he resuelto dejar de fumar, y deja de fumar cuando yo me he resignado a ser fumador para el resto de mis días. No quiero decir que el pensamiento y la decisión no influyan para nada en la acción. Pero la acción no se limita a llevar a cabo lo que he pensado y decidido previamente. Surge de una fuente propia, y es tan independiente como lo es mi pensamiento y lo son mis decisiones"
.
.
El lector, de Bernhard Schlink, 1997

9 de marzo de 2011

Y ya no recuerdo
si cuando caminábamos,
perdidos en la noche,
entre besos y no,
te llevaba hacia nuestro destino.



¿O acabábamos allí a fuerza del deseo?
Ya no recuerdo.

3 de marzo de 2011

las penas son de nosotros

Recuerdo.
Desgarradura,
quiebre elemental.

Hastío,
reproche,
garganta inmóvil.

No me busques más en esta orilla,
en esta orilla en la que dejo las palabras.
Si ya no hay vuelta,
si no despertamos al viento
si los nombres se nos deshacen en la boca,
habrá que abrir el mar en dos,
hundiendo los pies en la arena.
Hundiéndonos,
habrá que inventar, con estos cuerpos de hoy,
la tierra futura.

de Julieta

2 de marzo de 2011

el deseo era un punto inmóvil

Los cuerpos se quedaban del lado solitario del amor
como si uno a otro se negasen sin negar el deseo
y en esa negación un nudo más fuerte que ellos mismos
indefinidamente los uniera.

¿Qué sabían los ojos y las manos,
qué sabía la piel, qué retenía un cuerpo
de la respiración del otro, quién hacía nacer
aquella lenta luz inmóvil
como única forma del deseo?


de José Ángel Valente, 1960