30 de julio de 2005

Abstracción y Realidad

Las líneas daban vueltas. Formaban imagen. Generaban en ella una psicodelia única. No podía parar de seguir con sus ojos la ruta que tomaban. Se imaginaba en ellas. Cerraba sus ojos y podía escucharse gritar. Escuchaba el eco que las paredes le devolvían. Volvía a abrir los ojos, no sacaba la mirada de esas líneas. Por un segundo, pareció huir de allí, escuchaba una voz, pero sus oídos rebeldes se hacían sordos y volvía a la madera. Comenzó a adentrarse cada vez más en ella, comenzaba a sentirse parte de ese conjunto de rectángulos perfectos. Comenzaba a analizarlos. Dos horizontales, dos verticales, nuevamente dos horizontales y por último dos verticales. Claro que para terminar el cuadrado perfecto, había que completar el centro de la figura. Estaba allí pero no quiso verlo. Volvía a cerrar los ojos. Comenzaba a sentirse en ese centro y la música empezaba a brotar de sus pies. Una sensación húmeda, violeta. Era inevitable que cerrara los ojos. Sentía que al bajar los parpados ese sentimiento era aun mayor, aun más mojado, como un atardecer en un día de lluvia, por dentro.
La música comenzaba a subir por su cuerpo. Sonreía, no podía evitarlo. No podía evitar ninguna de las reacciones que su rostro reflejaba. Era una sensación de placer que jamás había sentido. Y cuanto más ascendía el sonido, el lugar se iluminaba.
Podía percibir la luz, aun con sus ojos cerrados. Su cuerpo podía percibir cualquier tipo de estímulo. Sus sentidos estaban hechos uno. Sentía la luz en su piel, la música en sus ojos, reían sus pies, gritaban sus brazos. Comenzaba a sentir que su cuerpo se alargaba, que podía estirarse, que ya no cabía en ese pequeño espacio, que nada bastaba a su alma, cada vez más grande. Podía sentir como iba creciendo, como un globo iba aumentando su tamaño, y su alegría acompañaba esta sensación de “maduración”. Sentía que nada podía hacerle mal, nunca se había sentido así. No podía parar de reír, y estremecerse como si algo le hiciera cosquillas permanentemente.
En ese instante, todo se detuvo. Ya no podía soportar tal felicidad, comenzaba a transitar por otro lugar, otra sensación completamente distinta a la anterior. Ese lugar era cada vez más pequeño para ella, sus ojos comenzaban a llover, su cuerpo inmóvil, sin más música, sin más luz.
Escuchaba una voz, la llamaba muy lentamente, comenzaba a sentir sus pies sobre la tierra, y las lágrimas tocaban por fin el suelo-realidad.

1 comentario:

Julieta dijo...

gracias chury :)
aunque recuerda que la verdad no ofende ;)
salú
una tal Juli